Entro a escribir esto porque la escritura mecánica -válgame la redundancia-, siempre hace que piense menos y sienta más, y eso es lo que quiero: dejar de pensar y comenzar a sentir. Llevo dividiendo, en verdad, esas dos partes de mi ser desde hace demasiado tiempo cuando deberían de ir de la mano, pensar por qué siento y sentir lo que pienso. Pero no. No sé sacar las espinas de mi pecho ni susurrar al calor de las velas lo mucho que te quiero. No sé ni por qué lo hago. Ni por qué no lo hago. No hay puntos intermedios ni reflexiones justificadas, solo un constante carrusel de impulsos, o vueltas y vueltas a una idea ante la cual siempre me encuentro equidistante.

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