Re Bemol

Yo sabía que lo que escribía no tenía sentido hasta que llegaste tú y me hiciste recuperar mis palabras, me hiciste tener algo que decir. Me hiciste querer decirlo todo pero a la vez cada una de las palabras se colgaban de las cuerdas en mi garganta como si fuese la soga que frenarse al barco de hundirse. Pero vaya si naufragó ese barco.
Yo sabía que mi melodía no resonaba entre tus costillas pero aun así acabé creyéndome cada uno de tus acordes. Cada. Uno. Y lo peor es que ahí sigo: esperando el próximo re bemol que emitan tus labios. 
Nuestras miradas eran algo que solo el tiempo conocía, que solo nosotros podíamos descifrar. Nuestras miradas eran la última parada del metro antes de la estación. Ese tren no descarriló de milagro. Tus palabras se las llevaba el viento mientras las mías, lentas pero, desgraciadamente, seguras, se hacían tan fuertes como las vías por las que circulábamos cada vez a más velocidad.
No sé qué estaba esperando. No sé cómo pude hacerme ilusiones en ningún momento y ser consciente al mismo tiempo de lo podrido de tu alma. Tampoco sé cómo puede salir tanto odio y tanto amor al que no quiero llamar amor del mismo sitio. Se me prende el pecho y no sé controlarlo. Pero es que tampoco sé controlarme. No aproveché lo que tenía mientras lo tenía, y ahora solo me queda un vaso de lágrimas y un silencio mucho más largo que cualquiera de nuestras canciones.

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